Política industrial en economía de guerra

Ya no hay tormenta perfecta, hemos pasado a categoría de tsunami, con la coincidencia de tantos elementos de incertidumbre, que estamos envueltos en un torbellino del que parece difícil escapar.

Y las turbulencias llegan desde lo más cercano a lo más lejano. El concepto de globalidad está en revisión y con eso no quiero decir que se vaya a un mundo local pero las fronteras de la internacionalización se están redibujando y las cadenas de suministro globales reinventando.

Restricciones a la movilidad, cuellos de botella en la logística, incremento de precios de las materias primas y por si fuera poco, dependencia de suministros estratégicos de países como China que se había convertido en la “fábrica del mundo. Todo ello, en un contexto de fuertes tensiones geopolíticas que desde Ucrania a Taiwan o Corea del Norte extienden su onda expansiva a todo el mundo y a los mercados.

Este es el caso por ejemplo de los microchips. La noticia de hace unos días nos dejaba un dato relevante, más de 3.000 empresas chinas han cerrado como consecuencia de este desabastecimiento de microchips, lo que unido a las consecuencias de la política de “COVID CERO” o la crisis del sector inmobiliario, plantean un escenario cuando menos preocupante en la que se ha configurado en las últimas décadas como ese centro de suministro mundial.

 Y si allí estornudamos, aquí nos constipamos… Europa sufre también este desabastecimiento, con un fuerte impacto en muchos sectores industriales que dependen de estos suministros como el sector automoción o telecomunicaciones, entre otros.

 España ha reaccionado y nos “ofrece” un PERTE para posicionarnos en esta industria y conseguir crear capacidades de producción propias y completar esa cadena de valor, desde la certidumbre que puede otorgar el internalizar esas capacidades y mitigar los efectos de una excesiva dependencia externa.

Bravo por la iniciativa, el problema es que esto no resuelve de un día para otro y que construir nuevas capacidades industriales es un proceso a medio plazo, que debe partir de una apuesta industrial clara, que en todo caso hay que arrancar y por eso bueno sería que las condiciones de ese PERTE favorezcan de verdad la inversión, desde la colaboración público-privada y haciendo posible la financiación de nuevas inversiones que se antojan astronómicas. Y además lo hagan de forma sencilla y accesible.

Son tiempos complejos, estamos en economía de guerra, pero por eso es también momento de aprovechar y hacer crecer nuestras oportunidades. Los fondos europeos pueden ayudar pero es necesario que lleguen de verdad al tejido productivo que es quien puede hacerlo posible y contribuir así a fortalecer un sector a nivel nacional que gane peso porque es garantía de empleo estable y cualificado.

Ana María Hernández

Directora creativa Estudio PobrelaVaca.

https://www.pobrelavaca.com/
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